A pesar de vivir
desde los 14 años en Buenos Aires, es imposible no percibir el aún vigente
acento riojano cuando cuenta que nació para ser jugador: “El fútbol es mi vida,
es todo”, afirma humildemente Gerardo Reinoso. Siempre entusiasta y
predispuesto no bajó los brazos nisiquiera cuando, con 38 años y ya retirado,
Nestor Clausen le propuso jugar la Copa Libertadores 2003 con Oriente
Petrolero: “Yo estaba trabajando como empresario futbolístico y Nestor me había
pedido a “Huevo” Valencia, de la selección chilena, para su equipo. Antes de
poder llevarlo tuvo una lesión y me propusieron jugar a mi”, recuerda “La
Vieja”, apodo que le inventó el “loco” Enrique cuando durante un partido de
lluvia contra Vélez él estaba sentado con una toalla en la cabeza.
Casualidad fue que
su adiós definitivo como jugador fuera en la cancha de Racing, máximo rival de
su querido Independiente, perdiendo 2-1 con la camiseta de Oriente Petrolero.
Para él, Independiente no significó solamente una pasión sino también su mejor
momento como jugador: “En la temporada 84/85 encontré mi pico futbolístico
jugando con la casaca roja. El Gráfico y Clarín me pusieron como
revelación por ser chico (19 años)”, cuenta el volante que consiguió la última
Copa Libertadores para el equipo de Avellaneda en 1984.
Conserva el perfil
bajo, la amabilidad y la confianza que lo caracterizaban cuando a los 14 años
le ofrecieron una beca y lo invitaron a jugar un partido en Rosario
representando a la Dirección de Actividades Reacreativas y Deportivas (DARD),
una escuela de fútbol del municipio. Fue durante ese encuentro que Nestor
Acosta le prometió que lo buscaría el 2 de diciembre a las 14 por su casa para
ir a probarse a varios clubes de Buenos Aires. “Salía a entrenar por el pueblo
y todos se reían y me decían 'ese porteño te mintió', hasta mis viejos pensaban
que no iba a venir”, recuerda entre risas Gerardo hoy “con el resultado puesto”
como se dice en la jerga futbolística, porque sabe que aunque no fue
exactamente a las 14, Nestor Acosta apareció aquel 2 de diciembre y, con el
consentimiento de sus padres y acompañado por dos profesores de La Rioja, se lo
llevó a la gran ciudad.
La suerte estuvo de
su lado y las buenas noticias llegaron de la boca de Nito Veiga cuando después
de probarse en Independiente e irse indignado por jugar apenas 15 minutos, lo
llamó para que vaya a la sede a firmar.
Pero por aquellos
años, no todo era color de rosa para “La Vieja” porque el crecimiento como
jugador venía ligado con el desarraigo de la familia: “Me crié en el club, las
señoras que trabajaban en la sede me sentaban a hacer la tarea y me controlaban
las notas por orden de mi vieja”, recuerda. Por las experiencias vividas afirma
que hoy no dejaría a ninguno de sus 4 hijos irse lejos desde tan chicos. “Había
momentos que no teníamos plata y nos colábamos en los colectivos para ir a
entrenar. Y a la noche, como cenábamos muy temprano, nos encontrábamos con los
chicos de Racing y nos íbamos a una churrería en Palá y Alsina y nos daban
churros y bolas de fraile que habían sobrado”, cuenta el riojano.
Dejó su huella en
las canchas de seis países distintos: Argentina, Chile, México, Ecuador,
Colombia y Bolivia, pero esto nunca le resultó un problema: “Me gustaba ir a
otros países, era una experiencia nueva y no me costaba adaptarme”, explica
Gerardo aunque reconoce que a medida que sus hijas mayores fueron creciendo
este estilo de vida “bohemio” comenzó a molestarles. Fue por eso que tomaron la
decisión de no relacionarse con sus compañeros de colegio porque sabían que su
estadía no sería permanente por lo que, después de un tiempo, se asentaron en
Buenos Aires con su madre e iban a visitar a su papá de vez en cuando.
La indignación
puebla su semblante cuando habla de la frustración por no haber vestido la
camiseta de la selección argentina: “Me perdí la oportuniad de ir a un Mundial
por intereses de otros”, afirma Reinoso. Es que a fines de 1985 Carlos Bilardo
le pidió a José Omar Pastoriza que le “prestara” a Gerardo que en ese momento
jugaba en Independiente para llevárselo a la Selección y, con la escusa de que
lo usaría para jugar la Copa Libertadores, Pastoriza no lo dejó ir. El
verdadero motivo era que supuestamente Bilardo iba a ser echado de la Selección
y el aquel entonces técnico de Independiente asumiría en su lugar y convocaría
a “La Vieja”. Como es sabido Bilardo se mantuvo en su puesto y dirigió a la
selección argentina campeona en México 1986 y Reinoso miró el Mundial por
televisión.
Hasta hoy su vida
gira en torno a una pelota de fútbol: “Correr y transpirar me da vida”, afirma
y justifica el técnico de San Telmo que entrena todas las mañanas a la par de
los jugadores porque no quiere ser el típico entrenador “gordo y rengo”. Pero a
pesar de su cargo, y de estar retirado hace años, cada tanto vuelve a meterse
en la piel de jugador cuando se reúne con otros ex jugadores de Independiente
(entre los que muchas veces se encuentran figuras como Ricardo Bochini y Hugo
“Perico” Pérez) para participar tanto de partidos amistosos como del conocido Super
8.
El acento no
fue lo único que nunca lo abandonó. Gerardo, a pesar de los años, sigue
conservando la humildad de aquel chiquito riojano que no sabía que los
jugadores cobraban y su único sueño era jugar “a cancha llena”.
Dejaron su huella
“Nito Veiga
fue fundamental para el inicio de mi carrera. Fue como un padre, más allá de lo
futbolístico, me enseñó mucho.”
“Cesar Luis
Menotti es uno de los más grandes, no por su enseñanza sino por la motivación,
la manera de inflar al jugador. Nos traía videos de equipos europeos y nos
decía que miremos a algún jugador a ver si lo hacía tan bien como nosotros.”
“Carlos Saúl
Menem fue siempre amigo de mi familia, es un hombre muy generoso, muy amigo
de los amigos. Siempre nos ayudó cuando lo necesitamos, es el padrino de mi
segunda hija.”