

El sol de la mañana fue el primer indicio de que
la jornada iba a tener todos los condimentos. Cada uno sabía de qué parte se
tenía que encargar, qué tenía que llevar para el buffete y a qué hora le tocaba
jugar.
Ya a las 10 de la mañana el club era un desfile
de jugadoras de todas las categorías, las familias listas para alentar, los
varones que a pesar de no jugar fueron a hacer el aguante y en seguida se
acomodaron en el buffete. Como ya es de costumbre el mate, con sus cebadoras
oficiales, no faltó nunca. Enseguida se armó el cartel con la lista de precios
y la número 2, la gran protagonista, empezó a girar.
Oscar y Juan Martín se alternaron en el banco el
buzo de entrenador según que categoría disputaba el partido. Las más grandes
aconsejaron sin parar a las más chicas y los nervios se veían en las ansiosas caras
de todas las jugadoras.
“Es sólo una amistoso” se animarían a decir
algunos, sin saber lo que cada partido, cada amistoso, significa para este equipo. Desde el entrenamiento anterior
los saludos de despedida iban acompañados de un "la que haga algo que se
acueste temprano", "cuídense", "mañana todas a las 10 acá". El compromiso es
pleno, no importa si es "sólo" un amistoso.
Y acá es cuando los sentimientos se meten en las
palabras, las llenan, las superan. Las junior entraron en calor arengadas por
las de primera. Los varones crearon una especie de hinchada y los cantos de
aliento se escuchaban cada vez más fuerte. Las más chicas se quedaron hasta
cualquier hora para ver a las más grandes. Y el partido en sí fue mucho mejor
que los disputados hasta ahora. Como diría Oscar "el resultado no importa" y,
dejando mi personalidad competitiva de lado, le doy toda la razón. El
sentimiento, la gratitud de compartir este juego con este grupo es impagable. La gente de handball de Atlanta le da, a mi
entender, sentido verdadero estas dos palabras tan usadas por ser un grupo de personas comprometidas con
crear un equipo que vaya para
adelante.
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